viernes, 23 de abril de 2010

Two can have a party

Para Ella abrazarle era como escuchar Two can have a party. Ella podía ser Tammi Terrell y Él se convertía en Marvin Gaye, cantando a coro, seguía la melodía mientras sus brazos lo rodeaban y escucharle hablar era como tararear, intentando recordar la letra. Una canción que podía cantar Ella sola pero que sonaba mucho mejor con la voz de Él en la segunda estrofa. Sus tonos hasta se acoplaban en las diferentes voces, floating in the air. Nunca una canción antes había sonado tan bien sin requerir apenas ensayo previo.
It’s me and you, you and me.
A veces notaba que en su vida faltaba el coro, ese eco de fondo repitiendo sus palabras con rimas asonantes y siempre de la misma manera. Le miraba, quedándose dormido a pocos centímetros de su cara, casi borroso, y si se esforzaba podía escucharlos de fondo. Él cerraba los ojos y respiraba un poco más despacio y ligeramente más fuerte. Entonces, en ese mágico instante, en ese momento exacto, Ella sonreía. Lo hacía porque descubría algo nuevo. Las arrugas del ceño permanente fruncido en su frente, los dientes frontales separados por un mísero milímetro, apenas visible a primer golpe de vista, el lóbulo de las orejas a temperatura diferente al resto del conjunto que formaba su cabeza. Frío. El grosor de cada uno de sus cabellos oscuros.
Tenía miedo de olvidar su cara. No su rostro exactamente, el pánico residía en no conseguir recordar el sentimiento que éste le producía al acercarse tanto, el segundo antes de cerrar los ojos para besarle (o bien la imagen borrosa y confusa que se creaba si finalmente no lo hacía). Cada surco de su persona por el que viajaba se había vuelto imprescindible en tan poco tiempo que era vertiginoso reflexionarlo. Por eso se dejaba llevar en su presencia, flotando, como en la canción.
No necesitaba el ruido, sólo a Él. No le importaba a donde ir siempre y cuando Él estuviera allí. Tammi tenía razón en todo (y Marvin también).
It’s me and you, you and me.





(La primera página de algo que no sé cómo y qué será ni a dónde me va a llevar, pero que se va esbozando en una libreta que me costó 36ct y un boli perdido en el fondo del forro roto de un bolso demasiado grande).

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