martes, 20 de septiembre de 2011

Las nuevas tecnologías

Yo antes siempre llevaba papel y boli en el bolso (o bolsillos). Siempre antes de salir de casa revisaba las cuatro cosas que no me podían faltar: llaves, móvil, cartera, bolígrafo. Papel, más o menos fácil, siempre se puede conseguir; el ticket de una compra dado la vuelta, una servilleta etc.
Pero hace un tiempo que el recuento se para en cartera. "¿Para qué necesito un bolígrafo -me preguntaba- teniendo un móvil?" A día de hoy casi todo se puede hacer con ese aparatejo. Necesitas apuntar algo de urgencia e incluso el boli te puede fallar, pero no un dispositivo electrónico diseñado para no apagarse nunca con procesadores de textos y apartados únicamente para notas.
Así pues, yo hace tiempo que apunto mis notas en un teléfono. Y viene bien. Cuántos euros le debes a esa amiga que te pagó el otro día el desayuno, una frase que has oído en el metro y te ha parecido genial para algo pero todavía no sabes qué, una idea de una historia o incluso una historia entera si ésta es breve.
Pero, ¡ah! amigos, los datos de los teléfonos se pueden perder. Resetear, borrar de la memoria para nunca jamás volver a aparecer. Y sé que estáis pensando que más difícil es que pase eso que no perder un simple papel en la inmensidad de un mundo que no lo protege. Ciertamente. Pero los papeles que se pierden siempre están dispuestos a volver a aparecer cuando menos los buscas. Nunca pierdes la esperanza porque sabes que no se han podido evaporar, así, de la nada, como un archivo de un teléfono.
Y es ahora cuando tristemente confieso que he perdido grandes frases (perder cuánto dinero debo no es una desgracia...) y sobretodo he perdido pequeñas historias que en el momento las sentía muy importantes, dignas de estar aquí, y que nunca, a no ser que pasen por un sufrido esfuerzo de reescritura, en cuyo caso la frescura del momento será un espejismo falso, jamás podrán verse aquí.