martes, 10 de noviembre de 2009

To hold a pen is to be at war

Los ciclos de la vida, que vienen y van, arrastran con ellos un saco lleno de variaciones que se instalan poco a poco en las esquinas donde antes había otras costumbres y otros ámbitos y que parecen haber sido llevados por el viento en un soplo de estos que golpea (demasiado) últimamente las ventanas de mi piso.
Ahora, por ejemplo, cada mañana me levanto y veo (o me veo en la obligación de hacer que los demás vean si soy la primera en despertar) una frase inspiratoria en la pizarra de la cocina. Por ella han pasado Borges, Cervantes, Walt Disney! Repartiendo un poquito de sabiduría, haciendo más curiosa la mañana y el resto del día hasta que, por arte de magia, cambia el color de rotulador sobre fondo blanco y con él varía también el ánimo inculcado en apenas unas palabras.
Ese es uno de los cambios que se ha colado con el viento, pero hay más, y sobre cambios... bueno, todo está dicho. Te pueden pillar en un momento bajo, a veces resultan más que necesarios, pero lo que está claro (haciendo honor a su significado) es que para bien o para mal cambian algo, y cambiar siempre es bueno.
Un poco como el viento que viene a contracorriente o te ayuda a caminar hasta arrastrándote, las cosas pasan por algo. Y ahora sé que si a uno lo echan de un piso es porque su vida necesitaba un vuelco y uno era incapaz de hacer algo para darlo por si mismo. O viceversa, cambiar de ambiente por voluntad propia e irse a las antípodas es una buena manera de que el golpe de viento no te venga de frente, si no que te ayude a caminar.

A veces la fuerza la coges de una canción, de una sonrisa, de un día más frío de lo normal... La fuerza para encarar todo eso o para enfrentarte y un día despertarte, entrar en la cocina y escribir en la pizarra "hoy es el día".